Muchas son las inquietudes culturales y los referentes artísticos que mueven a un artista. Inmersos en un panorama artístico que se mueve más por el impacto rápido hacia el espectador, la figura de Rubén Rosado aparece como un artista que pide el reconocimiento de la obra lentamente, despacio, como el trigo se dora con los rayos del sol, dejándose atrapar por la misma. Su apuesta se basa en volver a una etapa más material y primitiva, pudiéndose llamar también más natural.

 

Las experiencias familiares, los sucesos cotidianos y las vivencias de la sociedad serán temas recurrentes para él. En su obra, observaremos la mirada crítica del artista frente a la sociedad inmersa en una crisis sin precedentes, reflejando el dramatismo actual. Miedos a una nueva guerra, a la pobreza que existió, existe y existirá, y a las innumerables plagas de enfermedades que acechan como la hipocresía, falsedad y envidia, ocuparán su marco productivo.

 

Referentes como Manolo Millares, Luis Gordillo, Juan Genovés, Eusebio Sempere, Anselm Keifer, David Hockney, Paula Rego, genios de la talla de Francis Bacon, Pablo R. Picasso y Chaim Soutine, los expresionistas abstractos Mark Rothko y Willem de Kooning, maestros del pasado Paul Cézanne y Camile Pissarro y las gigantescas figuras Francisco de Goya y Diego Velázquez entre otros muchísimos, harán posible que Rubén no decaiga nunca de seguir manifestándose artísticamente.

 

Teorías como las de Charles Baudelaire, Giorgio de Chirico y sobre todo Simón Marchán Fiz serán su apoyo logístico.

 

Dualidad entre el estudio figurativo y abstracto, automatismo psíquico con gesticulación y azar a la vez por partes iguales, nada de convencionalismos comerciales, sensibilidad, pasión dramatismo, sin esclavitud al estilo y con la libertad de la sensibilidad, Rubén configura su obra como toda una carga ya para la historia de la pintura mientras él la sobrevive en su pequeño estudio.